¿Qué tienen en común Carlo Orlandi, boxeador italiano, David Smith, jugador de voleibol estadounidense o Jakub Nosek, atleta checo? Todos ellos han sido o son deportistas de élite que han competido en diferentes ediciones de los Juegos Olímpicos, con una discapacidad auditiva. Pero, ¿por qué no lo han hecho en los Juegos Paralímpicos, en los que participan personas con diferentes tipos y grados de discapacidad? La respuesta es sencilla. La sordera no entraña una verdadera desventaja física o mental a la hora de practicar cualquier deporte. No supone una barrera a la hora de correr, nadar o jugar al baloncesto, solo son personas que tienen unas necesidades especiales de comunicación, ya que no pueden percibir ningún sonido.
Pese a que estos nombres ya forman parte de la historia reciente de los Juegos Olímpicos, la realidad es que aquellos deportistas con pérdida auditiva que despuntan suelen competir en sus propias olimpiadas: las Sordolimpiadas o «Juegos Mundiales Silenciosos».
Las Sordolimpiadas, celebraron su primera edición en 1924, en París, y fue el primer evento deportivo internacional que se organizó para atletas con esta discapacidad. Aunque entonces solo hubo 148 competidores europeos, hoy en día se ha convertido en todo un acontecimiento global en el que participan deportistas de más de 100 países. Como los Juegos Olímpicos, las Sordolimpiadas se celebran cada cuatro años y cuentan con una edición de verano y otra de invierno. Ambas se alternan para que haya un evento cada dos años. Los deportes de la edición de verano son fútbol, baloncesto, balonmano, voleibol, waterpolo, voley-playa, fútbol-playa, atletismo, tenis, tiro, bádminton, bolos, taekwondo, judo, kárate, ciclismo, tenis de mesa, lucha libre y lucha grecorromana. Para la de invierno se reserva el hockey-hielo, el esquí alpino, el esquí de fondo, el snowboarding y el curling.
Como requisito para poder participar en estos «Juegos silenciosos», los deportistas deben presentar una pérdida de audición de al menos 55 dB en su «mejor oído». Se prohíbe, además, el uso de prótesis auditivas o de cualquier otro tipo de dispositivo que mejore la audición, como los implantes cocleares, con el fin de garantizar la igualdad de condiciones para competir.
Todas las disciplinas deportivas de las «Sordolimpiadas» se rigen por señales visuales. Así, para dar la salida en atletismo se utiliza una luz en lugar del sonido de un disparo, o en el caso de los árbitros de fútbol, señalizan con una bandera en vez de utilizar el silbato. Y como no, el público debe estar a la altura: no aplaude con palmadas sonoras, sino que agita eufóricamente sus manos.
Aunque las Sordolimpiadas se instauraron muchos años antes que los Juegos Paralímpicos, apenas se conocen y no cuentan con la promoción y la visibilidad que se da a estos últimos. Esto ha generado cierto malestar y ha provocado que muchos atletas con discapacidad auditiva se muestren a favor de competir en las Paralimpiadas junto a deportistas con otras discapacidades.
Desde hace tiempo se habla de la posibilidad de fusionar las Sordolimpiadas y los Juegos Paralímpicos. En la década de los 80, el Comité Olímpico Internacional ya lo intentó sin éxito, puesto que no se llegó finalmente a un acuerdo entre los organizadores, y a día de hoy, siguen caminos independientes.